Aquella estrella que más brilla, en el firmamento azul, cuando estemos separados, la has de mirar tú, pues cuando la mires tú, la he de mirar siempre yo, y así haremos de esa estrella, nuestro punto de reunión.

El verso más bonito del poema más corto sólo tiene dos palabras: ¡Te Quiero!

Si fueras fuego, amor mío, me convertiría en leña para sentir tu calor sobre el mío.

Entrégame toda tu esencia, con ella haré un perfume único que nunca me abandonará, si el aroma me impregna lo suficiente no podré oler otras flores, sólo las miraré sin tocarlas jamás, y tu olor junto a mis nostalgias, exhalará sobre nuestras noches, aromas sutiles que provocarán en los dioses el deseo de ser humanos.

En el florero de mi casa hay dos ramos de capullos, la pena es de saber que entre ellos no está el tuyo.

No llores nunca en la amargura de un querer, pues ningún hombre se merece las lágrimas de una mujer.

Tus ojos son verdes como dos brillantes luceros, que si me miran me matan y si no, me muero.

Empeñarse en amar a alguien es más dañino que odiar, juegas con un sentimiento no compartido y con la felicidad de ese alguien.

Cuando encuentres a la persona perfecta para enamorarte, huye de ella, porque en este mundo no existen las personas perfectas.

Es verdad que necesito un corazón para vivir, pero más te necesito a ti que lo haces latir.